El uso de antidepresivos es exagerado en muchos casos y mayor entre las mujeres
En España, más de 4 millones de personas sufren depresión cada año. Sólo la mitad o menos recibe una atención especializada. Las personas de más de 50 años, fumadores y bebedores tienen más posibilidades de padecer depresión con el tiempo. Además las personas depresivas suelen fumar más, abusar del alcohol o llevar una vida sedentaria. Los expertos reconocen que faltan medios y profesionales para abordar los problemas de salud mental.
El confinamiento, el duelo y la posterior crisis económica duplicarán el número de personas con trastornos psicológicos según la OMS, que estima que una de cada cinco personas padecerá un problema de salud mental, el doble que en condiciones normales, tras la crisis del coronavirus. Los psicólogos clínicos creen que una gran proporción de la población podría desarrollar depresión o ansiedad debido a los factores estresantes ambientales de la pandemia y las consecuencias del aislamiento, el distanciamiento físico y los cambios en nuestro estilo de vida por la Covid-19 podrían aumentar los casos de depresión clínica.
En 2009, la crisis económica hizo crecer la depresión un 18%, según el Informe SESPAS 2014 sobre Crisis económica y salud de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria, que también observó un aumento de alrededor del 10% en el consumo de fármacos antidepresivos entre ese año y 2012.
Más de 4 millones de personas sufren cada año en España depresión, una enfermedad compleja del sistema nervioso central que supone la principal causa de discapacidad en el mundo y el trastorno mental más costoso en Europa. Solo 1 de cada 5 personas con depresión recibe un tratamiento adecuado. En los casos de depresión leve resulta más eficiente utilizar la terapia psicológica y los cuidados generales de salud física y mental que los fármacos, que tienen la misma efectividad que la psicoterapia.
El reto es prevenir
Dificultad de concentración y atención, pesimismo, menor rendimiento, ansiedad anticipatoria, bloqueo… son algunos de sus síntomas, que son de tres tipos: afectivos-emocionales, cognitivos y somáticos. Debajo de la sintomatología afectiva están las emociones. Los pensamientos negativos sobre mi, el mundo o el futuro, que producen un bloqueo existencial, forman una triada cognitiva que condiciona el desarrollo de la personalidad. La sintomatología del trastorno puede ser distinta con la edad: los jóvenes muestran síntomas fundamentalmente conductuales, mientras que los adultos mayores tienen con mayor frecuencia somáticos. Por su parte, ellas tienden a experimentar más síntomas depresivos cognitivos y somáticos en comparación con los varones.
Las personas de más de 50 años tienen mayor riesgo de padecer depresión, cuya prevalencia e incidencia es mayor en las mujeres. También fumadores y bebedores tienen más posibilidades de padecerla con el tiempo. Los problemas en la infancia y adolescencia aumentan el riesgo de padecerla y en este sentido, “los primeros años de vida son determinantes”. Por ello, el reto es prevenir.
Además, las personas con depresión tienden a fumar más, abusar del alcohol o llevar una vida sedentaria, por lo que suelen tener una peor salud física, según una investigación de la Universidad Autónoma de Madrid. Cuando se juntan la depresión con un estilo de vida poco saludable, la una agrava al otro y viceversa, al menos en los países de altos ingresos. El estudio “The role of unhealthy lifestyles in the incidence and persistence of depression” realizado en México, Ghana, Rusia e India, sugiere que la relación entre un estilo de vida poco saludable y la depresión se debe a mecanismos comunes que operan en todos los países.
“Los fármacos tienen la misma efectividad que la psicoterapia”
Solo 1 de cada 5 personas con depresión recibió un tratamiento mínimamente adecuado. En España, los pacientes con depresión suelen ser atendidos en atención primaria y sólo la mitad o menos recibe atención especializada. En nuestro país, además, “el uso de antidepresivos es exagerado en muchos casos”, reconoce Víctor Pérez Solá, director del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Hospital del Mar de Barcelona, que asegura que “los fármacos tienen la misma efectividad que la psicoterapia”. De hecho, “la intervención interdisciplinar ha demostrado obtener mejores resultados en depresión”, confirma la Dra. Silvia López Chamón, secretaria del grupo de Salud Mental SEMERGEN.
Según esta Médico de Familia, aunque los fármacos no están contraindicados en la depresión leve, “como en todo acto médico, hay que buscar maximizar resultados con mínimos efectos secundarios. Así pues, en estos casos resulta más eficiente utilizar la terapia psicológica y los cuidados generales de salud física y mental”, explica. “Pero no siempre el médico de familia tiene conocimientos de terapias psicológicas breves cognitivo conductuales, ni siempre dispone de psicólogos de referencia como recurso añadido”, reconoce, por lo que “en estos casos habrá que iniciar dosis mínimas eficaces de fármacos, evitando medicalizar al paciente y dotándole de recursos personales”.
“El problema es que los fármacos son más baratos y para la psicoterapia tenemos menos medios”, reconoce Víctor Pérez. Es decir, que “la medicación hace algo que no tenemos forma de hacer de otro modo por falta de medios”. De hecho, “menos mal que tenemos tratamientos, porque faltan profesionales para abordar los problemas de salud mental”, confiesa. Ahora bien, en su opinión “el sistema tendría que tener otras formas de abordar los problemas cotidianos”. Para el Profesor Thornicroft, del Centro para la Salud Mental Global del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencias del King’s College London y coordinador del del consorcio de investigación en salud mental EMERALD, “los esfuerzos por reducir la brecha en el tratamiento para la depresión necesitan dirigirse tanto a aumentar el suministro de servicios como a apoyar a las personas con depresión y sus familias para que reconozcan que la padecen y que se puede tratar”.
Las mujeres consumen psicofármacos mucho más que los hombres
Una investigación internacional en la que ha participado el español Eduard Vieta, director científico del CIBER de Salud Mental (CIBERSAM), ha demostrado que los antidepresivos son, en general, seguros y no crean dependencia. “El problema es que recaes si los dejas” y que los episodios depresivos se repiten.
“Muchas mujeres son consumidoras de psicofármacos en una escala mucho mayor que los hombres”, según ponen de manifiesto investigadores de la universidad de Buenos Aires en su artículo “Articulando género y comunicación para el abordaje del consumo de drogas”, publicado en el libro Comunicación y salud. “Este fenómeno silencioso cuenta muchas veces con la complicidad de los sistemas de salud”, se denuncia en este análisis de una experiencia de trabajo intersectorial en Argentina. “Cuando una mujer consulta por depresiones, crisis de pánico, problemas relacionados con los ciclos vitales o el agobio que les representa tener que cumplir una multiplicidad de tareas, como la doble jornada laboral (el trabajo fuera de casa y las tareas domésticas), los profesionales optan por la prescripción de psicofármacos como única respuesta, sin buscar el origen del malestar”.
“El mundo se me cayó encima cuando me obligaron a trabajar a jornada completa, porque no iba a poder abarcar todo”, relataba una paciente en el XVII Seminario Lundbeck* sobre depresión, celebrado en Ibiza. Un cambio laboral “fue el detonante de circunstancias que habían pasado en mi vida. Tener que incorporarme fue la gota que colmó el vaso. No me encontraba bien, pero no sabía lo que era. En 3 o 4 meses ya era otra persona”, contaba. “Mis jefes me decían que cómo tenía una depresión. Veía que no me entendían. En casa me decía que me animase, que saliera. Salí de la depresión, pero me costó mucho dar con el profesional que podía ayudarme”, reconoce. “¿Qué hacemos mal?” se pregunta. “Esto es un sufrimiento constante. A veces pienso que no voy a volver a ser la que era”. Ante esta la enfermedad, para ella la solución es “proponerte salir adelante cada día”.
La principal causa de discapacidad aumenta en todo el mundo y se adelanta
La depresión es la principal causa de discapacidad en el mundo según la OMS. El número de personas con depresión aumentó más del 18% entre 2005 y 2015, según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentado con motivo del Día Mundial de la Salud 2017, año en que estuvo dedicado a esa enfermedad. El número de personas con depresión está aumentando a nivel global. En total, se calcula que 350 millones de personas sufren la que es la enfermedad mental más prevalente en el mundo, que se adelanta y será la primera causa de carga de enfermedad a nivel mundial en 2030.
Aunque la depresión puede darse y afecta a personas de todas las edades y todos los estilos de vida, el riesgo de padecerla aumenta con la pobreza, el desempleo y eventos vitales como la muerte de un ser querido o una ruptura sentimental, la enfermedad física y los problemas causados por el alcohol y las drogas. Otro problema añadido es el estigma que suponen las enfermedades mentales, que es muy grande. Frente a él, los expertos recomiendan cuidar el lenguaje al hablar de depresión.
La depresión es el trastorno mental más costoso en Europa y representa un 33% del coste total destinado a salud mental, neurología y neurocirugía. Sus consecuencias, en términos de pérdida de la salud, son enormes, no sólo por la significativa morbilidad y la desgracia humana que supone padecerla, sino también por la pérdida económica que conlleva. A pesar de ello, la inversión en salud mental es muy limitada en todo el mundo. El Dr. D. Chisholm, del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la OMS en Ginebra, Suiza, y miembro del proyecto EMERALD, llevó a cabo un análisis del retorno de la inversión según el cual por cada dólar gastado en mejorar el tratamiento de la depresión y la ansiedad, el retorno de la inversión podría cuadriplicarse o más en términos de aumento de la productividad y la salud. El informe demostró, por primera vez, un caso de inversión global para una respuesta ampliada a la masiva carga que suponen la depresión y los desórdenes de la ansiedad para la sanidad pública y la economía.