Coincidí con Emilio Doménech en una asamblea de Reporteros Sin Fronteras online. Le seguía hace tiempo, atenta a lo que están haciendo las jóvenes generaciones de periodistas en (nuevas) plataformas. Me escribió por redes sociales, donde le puedes encontrar como @Nanisimo y me encantó la idea, no sólo de asistir a mi primer “evento transmedia”, sino sobre todo de conocerle en persona. A él y a Mar Manrique, que me había contactado casi al mismo tiempo. Ella es autora de uno de los boletines de referencia del periodismo en español, Fleet Street, que leo atentamente cada semana casi desde el principio. Reconozco que me costó entender lo que me decían. No sabía qué era BeBartlet, aún no conocía La Wikly y pensaba que me estaban invitando como ponente a una mesa redonda “de las de toda la vida”… En un primer momento, me sentí perdida.
“Solemos hacer un rollo Chatham House con mesas de debate que mezclan a periodistas con creadores de contenido y divulgadores”, me decía Emilio por email, y la idea de mezclarnos me atraía enormemente, igual que hablar de la vuelta a lo analógico en periodismo y comunicación. Pero tengo que confesar que no sabía qué es Chatham House… Vergüenza me tenía que dar.
En realidad, yo me siento joven, y de hecho no entiendo muy bien en qué momento me he hecho mayor ni reconozco este cuerpo que me han cambiado por el mío cuando veo a esa señora en el espejo. Dicho esto, tampoco comprendo a las personas de mi generación que despotrican contra esa juventud “siempre conectada” y bla, bla, bla… de la que yo aprendo cada día más. Me sentí viejuna al entrar por la puerta y verme rodeada de jóvenes, el más mayor de los cuales tenía 33 años y se sentía mayor, como yo a su edad. Me sentí viejoven cuando, además de influencers, empezaron a llegar colegas de profesión como una de mis compañeras de mesa, Victoria Arnau, de Antena 3 TV, o Paula Guisado, de RTVE, a quien había conocido meses antes en un Café de Periodistas organizado por The Self Investigation.
Además fui acompañada por François Musseau, director de Diario Vivo, que pusimos como ejemplo de que lo analógico es muy compatible con lo digital cuando un espectáculo “siglo XX” llena teatros contando historias reales sobre el escenario. Periodismo más vivo que nunca, vaya.
Lo único que nos queda es la inteligencia humana
Mi primera Misión Transmedia fue una oportunidad de desvirtualizar también a Alejandra Agudo, miembro de la junta directiva de RSF, además de conocer en persona a profesionales de referencia a quienes admiro, como Delia Rodríguez, cuyo trabajo sigo desde hace años. Estaban también colegas de medios como Hope, Africa Mundi o El Orden Mundial, un referente en información internacional. Su Blitz, que recibo y leo atentamente cada semana, es también de obligada lectura si quieres saber, y entender, lo que pasa en el mundo. Todo un ejemplo de periodismo explicativo en forma de boletín en español a falta de un Vox.com (el medio estadounidense, no el partido político). Pero además fue la ocasión de conocer lo que está haciendo gente como Anuj, que a sus 22 años vive de Twitch y de X.
Un mundo desconocido que todavía me suena a ciencia ficción. A mi, que entré en Twitter cuando por ahí solo estaban Tíscar Lara, Wilhelm Lappe o Enrique Dans; que me gané premios de “tuitera dicharachera” y me sentí pionera en la blogosfera sanitaria… Que me ha costado años superar los 3.000 seguidores, gotita a gotita, y que pensaba que algo había hecho bien cuando alguien se dirigía a mi como “periodistia” en lugar de llamarme por mi nombre… ¿Fueron aquellos tiempos mejores o solo es nostalgia? ¿La vuelta a lo analógico es una moda o una necesidad? ¿A dónde vamos, de dónde venimos? Estas y otras cuestiones fueron las que debatimos intentando “descifrar el futuro”.
Yo lo único que sé es que tengo mucho que aprender, que me encanta escuchar a gente joven y que me quedo con ganas de otro café presencial en el que podamos tocarnos, mirarnos a los ojos y seguir escudriñando lo que viene al tiempo que cuidamos lo único que nos queda, la inteligencia humana.