Medicalización, una cuestión económica

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Medicalización, una cuestión económica

Considerar la homosexualidad como enfermedad mental es un ejemplos de medicalización de la vida cotidiana. “¿Por qué ningún científico se plantea buscar el gen de la heterosexualidad?” se pregunta Enrique Gavilán, médico de familia miembro del Laboratorio del Polimedicado y director del Curso Medicalización de la vida cotidiana al que esta periodista asistió en 2014 en la Escola de Salut Pública de Llazaret de Maó, en Menorca. 

Con la medicalización, “un fenómeno de mercado, está cambiando la mentalidad de las personas”. Un fenómeno que está en manos de la industria farmacéutica, pero también de la profesión médica, aunque hay resistencias culturales: “esto que me quieren vender yo no lo quiero aceptar”, a pesar de que se está consumiendo. “Esos fenómenos de resistencia individual me parecen muy interesantes”, reconoce Gavilán. 

Detrás de la medicalización está la cuestión de los límites de la medicina. “Lo que la medicina y el progreso científico te dan por un lado te lo quitan por otro”, por eso es necesario “quedarse con las ventajas que provee la investigación en salud”. Antes se mataba por ignorancia, ahora se daña por conocimiento. “Los recursos biologicistas de la medicina tradicional no resuelven todos los problemas”. No todo es blanco ni negro. El cambio de sexo, por ejemplo, genera problemas médicos por las consecuencias que conlleva. “No podemos abordar todo, a veces es necesario un reduccionismo porque no todo puede ser holístico”, aclara Enrique Gavilán. “El problema está en el reduccionismo ontológico, que queramos explicar el todo con las partes”.

Deshumanización ¿es el futuro próximo?

Gavilán propone invertir en educación, porque “la política es una, que depende del presupuesto. La salud no es un objetivo: si la gente tiene unas buenas condiciones va a estar sana”. De hecho, “la gente rica y educada se cuida sola, no hace falta que le digas cómo hacerlo”. Citando a Juan Gervás: “los ricos tienen estilos de vida, los pobres condiciones”. Pobres y negros son, por ejemplo, más obesos. En nuestra sociedad etiquetamos como problemas médicos problemas sociales como la obesidad, pero hay problemas de salud que son sociales. ¿Hasta qué punto te implicas? Se preguntan los médicos. ¿Es lícito prescribir para experimentar? Se trata de asuntos de derechos humanos. ¿Hasta qué punto podemos decidir sobre la voluntad de las personas?. Al abordar el tema de la autonomía del paciente surge la gran cuestión sobre la vigilancia del cumplimiento, que en ocasiones se busca el cumplimiento sin el consentimiento del paciente. 

Entramos en el debate sobre libertad e igualdad. ¿Supone la equidad una pérdida de libertad? Javier Leal, médico asistente al curso, reconoce que hay un desajuste entre la demanda del paciente y las prioridades del médico, que es quien toma las decisiones, aunque lo mismo deberíamos tomarlas entre todos, ya que todos pagamos impuestos. Pero el ciudadano a veces no sabe lo que supone el diagnóstico ni cuál es la prioridad a tratar y tenemos tendencia a culpabilizar al atribuir a la persona la responsabilidad de su enfermedad. En ocasiones, “el diagnóstico descarga de culpa cuando sabes lo que pasa. Lo que pasa es que a veces esto perpetúa el proceso”, apunta Ermengol Sempere. ¿Es bueno el autoengaño? Pregunta Enrique. Depende de los valores que tú antepongas. 

¿Derecho a la salud o a la asistencia sanitaria?. “Consumimos servicios que nos prometen la salud” pero “no existe el derecho a la salud porque nadie puede asegurarla, pues depende de factores no sólo humanos. La asistencia sanitaria sí es un bien social, que tiene precio. La salud no, por eso no se pueden centrar los recursos en ella”, explica Olga Ortiz, farmacéutica de área y profesora del curso. El problema es que “la asistencia sanitaria se ha transformado en un producto de consumo que compite con la capacidad de curarse y cuidarse. Hemos perdido esa capacidad y ante nada vamos hacia la asistencia sanitaria, lo que nos resta autonomía”, dice. “Las personas no saben qué pedir como tratamiento”.

“Es momento de reivindicar nuestra independencia profesional”

Conceptos relacionados con la economía de mercado han llegado a la medicina. Por ejemplo, en algunos hospitales públicos se habla de la “imagen corporativa de marca”, que hay que vender para ser competitivos. ¿Tiene sentido hablar en estos términos en la sanidad pública? pregunta María, una joven médico residente. El mercantilismo ha llegado incluso a las sociedades científicas: “donde hay ganancia económica van surgiendo asociaciones a las que interesa vender lo que sea”, opina Pilar Arroyo, médico asistente al curso. 

“Estamos ocupando espacios de poder”, en palabras de Enrique. La cuestión económica está detrás de todo no por el ahorro, sino por la ganancia que suponen, por ejemplo, las revisiones periódicos o la medicalización del embarazo, reconoce el médico Javier Leal. Sin embargo, “el objetivo de la medicalización no es quitar poder a la industria farmacéutica”, recuerda. “La medicalización es cultural y la industria es solo una parte más de ello”.

“Es momento de reivindicar nuestra independencia profesional”, que “duele en el bolsillo”, porque “si jugamos a ser independientes tenemos que renunciar a la productividad”, apunta Enrique Gavilán, que recuerda que “la industria farmacéutica no te obliga a prescribir nada pero sí te incentiva. Si somos poco receptivos a ella lo mismo también tenemos que serlo a la administración”. Algunos médicos reconocen que “lo que no se incentiva no se hace”. Son dinámicas perversas. Incluso “no firmar”, como ha hecho Enrique Gavilán, “no soluciona ningún problema” aunque lo hagas porque te plantea un dilema moral. 

“Entendemos la salud como algo que nos da de comer”

“Solo podemos entender la medicalización si nos olvidamos de que somos profesionales sanitarios, porque solo entendemos la salud como algo que nos da de comer. Para los periodistas, la salud es un titular”, reconoce Enrique. “La especialización contribuye siempre a la medicalización”. Aunque “conceptualmente, los médicos de familia tendemos a ‘medicalizar’ menos”, mientras “las urgencias son de lo más ‘medicalizado’”.

María propone un sistema de salud basado en la atención primaria. “Si metemos la salud en toda las políticas, ¿de qué tipo de salud estamos hablando?” se pregunta Enrique Gavilán. “Hay que ver lo que pasa en otros países, darse cuenta de que hay otros modelos”. 

A veces detrás de la medicalización solo hay un motivo estético, reconoce José Manuel, dermatólogo asistente al curso. ¿Es un problema solo de financiación? ¿Qué es necesidad médica y qué no? ¿Quién la define? En ocasiones hay un deterioro claro de la calidad de vida. ¿Estamos dispuestos a pagar todo con el dinero de todos? ¿Vale todo? ¿Quién toma esas decisiones? ¿Cuál es la prioridad? El ansia de perfección está detrás de un ideal de estar siempre en forma óptima, aprovechar el máximo la vida y obtener el mayor rendimiento, algo relacionado con el sistema productivo. Después de enfermedad y factor de riesgo a tenerla, estamos hablando de embellecer, perfeccionar, mejorar… “Hemos invadido hasta ese territorio”, reconoce Gavilán. “Y esa filosofía es la que te llega a la consulta”.

 

María Miret García
Habilidades

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Publicado el

31/07/2023

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