“Los hombres son de una manera y las mujeres de otra”. Eso es, al menos, lo que la mayoría de las personas diríamos al pensar sobre la sexualidad. Y sin embargo, “no es tan así”. Al menos eso piensa Valerie Tasso, sexóloga, escritora y embajadora de LELO. Es uno de los mitos que desmonta en su libro, El Orgasmo, que ha presentado en Madrid. “La respuesta sexual humana es igual en hombres que en mujeres”, explica: primero tengo que tener deseo, después me excito, entonces llego a la meseta y se produce la explosión del orgasmo, seguida de un periodo refractario. Aparentemente es la misma curva, solo que las mujeres podemos volver a sentir deseo, excitación, meseta y orgasmo. Es el mal llamado multiorgasmo, en su opinión, porque “tener varios orgasmos en la misma fase es imposible”. Todas podemos tener múltiples orgasmos o lo que es lo mismo, muchos seguidos, porque nuestro cerebro sigue activo. Durante el orgasmo, las similitudes entre hombres y mujeres son mayores que las diferencias, que están en la actividad cerebral posterior.
Lo que nos diferencia, en opinión de Valerie Tasso, es que la sexualidad de las mujeres es muy plástica y compleja en comparación con la de los hombres, que tienen 3 en 1: sexualidad, reproducción y orina en un mismo aparato, el pene. Otro de los mitos es el de la masturbación.
Sí, las mujeres también se masturban, aunque un 25% de las mujeres de todo el mundo no lo hace, como refleja el cuarto estudio anual sobre la Masturbación Igualitaria realizado por la marca de bienestar sexual Womanizer. También la libido de ellas es menor, y es que todavía hay desequilibrio social y tabú en torno a la sexualidad femenina. Mientras los hombres se masturban a lo largo de todo el año, las mujeres empiezan a hacerlo en verano. En España, la brecha de masturbación entre géneros se ha ampliado del 40% (2022) al 49,6% (2023). En 2023, las mujeres se masturbaron 90,2 veces y los hombres 179,2. El 40% de las mujeres declara masturbarse al menos una vez a la semana, mientras que el 20,58% no se masturba en absoluto, más del doble que los hombres. En la encuesta mundial participaron casi 15.000 personas de 11 países, como Alemania, Australia, Canadá, Estados Unidos, Francia, Japón, Reino Unido y Suiza.
Para la sexóloga Valerie Tasso, la sexualidad lleva implícita la prohibición. “Puedo construir el erotismo desde lo oscuro, porque sin tabú no es posible”, asegura Ana Lombardía, piscóloga experta en bienestar y salud sexual, según la cual “lo que nos gusta del sexo anal es que sea tabú, por eso lo erotizamos”. También el porno construye realidad.
En España, el 50% de los hombres ha probado el sexo anal y le gusta. Sin embargo, el 67% sólo da sexo anal, pero no lo recibe. Además, al 26% les parece sucio y el 29% no lo ha probado nunca ni tiene deseo de hacerlo, según un estudio realizado por We-Vibe que dice que casi la mitad de los hombres, un 46% de todo el mundo, no están interesados en probarlo. “Es algo de lo que se habla poco. Hay un mundo tremendo de posibilidades”, pero también “hay muchísimo miedo. Es como el Punto P de la próstata. Si no tienes erotismo y no forman parte del juego erótico, esas partes se pierden”, en palabras de Lombardía.
Los juguetes sexuales son un objeto terapeútico para alcanzar el orgasmo
Lo mismo pasa con el punto G, una zona de más sensibilidad en la vagina que resulta placentera cuando se estimula, pero que no es una estructura anatómica ni un órgano anatómico definido. Se trata de una zona funcional, dinámica y dependiente de las hormonas conocida como complejo clítoro-retrovaginal, CUV, que es muy individual en su desarrollo y en su capacidad de obtener placer debido a factores biológicos y psicológicos; por eso resulta diferente en cada persona. Cuando la estimulamos, lo que hacemos es mover la parte interna del clítoris. Se trata de un placer más difuso, más duradero y satisfactorio, en que la estimulación se extiende por todo el cuerpo y ofrece mayor potencial de lograr orgasmos. Aunque todas las mujeres tienen un punto G, no todas lo tienen localizado ni muchas disfrutan de su estimulación.
Las zonas erógenas son partes del cuerpo especialmente sensibles, con gran cantidad de terminaciones nerviosas, que al ser estimuladas, pueden provocar excitación sexual. “Prácticamente cualquier parte del cuerpo humano puede ser considerada un punto erógeno”, asegura Valérie Tasso. No conocerlos puede limitar el grado de satisfacción sexual, ya que estamos dejando de lado zonas muy excitantes por no preguntar o no conocernos en profundidad. El cuerpo humano es sensorial y los puntos erógenos, casi infinitos. Sin embargo, sólo un 22% de los españoles tiene localizado más de tres de esos puntos. El cuello es uno de ellos, superando en erotismo al pene o el clítoris. Las relaciones sexuales se limitan a los genitales para más de la mitad de la población (53%), que afirma que su pareja no le pregunta por sus puntos erógenos durante los encuentros sexuales.
Un estudio de We-Vibe ha demostrado que los juguetes sexuales tienen un impacto positivo en las relaciones más allá de la propia estimulación. No se trata de algo que solo uses en solitario. Casi la mitad de los participantes (46%) afirma que la comunicación en la relación ha mejorado desde que utilizan regularmente un vibrador para parejas. Para tres cuartas partes de las parejas europeas (72%), la diversión durante las relaciones sexuales ha aumentado desde que lo compraron. Más de la mitad (53%) de los usuarios experimentan orgasmos más intensos o más numerosos y el 44% se siente más cerca de su pareja. Además, el 41% de los encuestados afirma haber probado y encontrado nuevos lugares para sus actividades sexuales. Y casi dos tercios consideran que el sexo y la masturbación son más fáciles con juguetes eróticos, porque pueden utilizar las manos para dar placer a su pareja o a sí mismos.
Los juguetes sexuales pueden ser buenas herramientas para alcanzar el orgasmo también para Valerie Tasso, que los considera un objeto terapeútico. “¿Por qué afrontar la intimidad sexual igual siempre? No todos los días comes lo mismo o te vistes igual”, argumenta la sexóloga.