Entramos en el único museo en el que uno puede sentarse a comer entre las piezas expuestas. Un establecimiento en el que, en lugar de carta de vinos, hay carta de cervezas y donde pueden degustarse bebidas tan especiales como una molecularmente idéntica a la que bebía Carlos V. En este restaurante, hasta la cocina está adaptada al mundo de la cerveza: un mundo muy femenino.
Artículo publicado en Gacetas Locales de 31 marzo 2004