El director de “El bosque animado” ha producido “Tesis”, la película española más vendida al extranjero y ganadora del premio “Ondas” 1996.
Entrevista a José Luis Cuerda publicada en La Tribuna de Albacete Dominical número 3 de 19 enero de 1997.
“He sido un rebelde respecto a las grandes mentiras”
Jose Luis Cuerda abandonó Albacete cuando tenía catorce años, pero conserva el carácter franco de los habitantes de La Mancha, una tierra que ha inmortalizado en películas como Amanece que no es poco o Total, rodadas en la provincia de Albacete. Tras más de veinte años trabajando en televisión, Cuerda se lanzó al mundo del cine y alcanzó el reconocimiento con El bosque animado, ganadora de seis premios Goya. Actualmente da clases en la Escuela de Cine y es dueño de la productora Producciones el Escorpión, que ha lanzado al estrellato al joven estudiante Alejandro Amenábar como director de Tesis.
PREGUNTA: ¿De qué zona de Albacete procede usted?
RESPUESTA: Yo soy de Albacete capital, pero mis ascendientes son de la sierra de Alcaraz; mis padres nacieron en la zona de El Masegoso. Allí las cosas que me contaba mi abuelo eran de poner los pelos de punta. Hay anécdotas estupendas. En Total, por ejemplo, presento a un personaje, interpretado por Luis Ciges, que es ciego y su mujer le hace pasar la plaza del pueblo todas las mañanas diciéndole: “¡salta, que hay charcos¡” y la plaza está seca, no hay nada. Eso lo hacía una mujer en el pueblo de mi abuelo. Lo que cuento en mis películas es neorrealismo puro, como la vida misma.
P.: ¿Cómo recuerda su infancia en Albacete?
R.: Vivía en la Plaza Mayor, lindante con el Alto de la Villa, hasta los catorce años. Estudié primero un año en un colegio que había en la calle de la feria, con un maestro que se llamaba Don Alonso, de estos “condenados” por haber sido republicano y que tenía allí una especie de colegio clandestino, donde estudiamos un año mi hermano, Ramón Gómez Redondo y yo. Luego pasé a los Escolapios, hasta que terminé primero de Bachillerato y, con once años, me fui al Instituto, donde estudié segundo.
P.: ¿Cómo decidió ingresar en el Seminario?
R.: Al acabar segundo, mis mejores amigos, dos hermanos que vivían en mi barrio, dijeron que se iban al Seminario, y a mí no se me había pasado nunca por la cabeza, pero dije: “si se van mis amigos, me voy yo también”. Aparte de que me gustaba Rosa Mari, que era la vecina de abajo, y me daba vergüenza decírselo, así que dije: “si me voy al Seminario no tengo que decírselo y eso que me quito de enmedio” y me fui con tan sólidas razones. Pero eso sí, fui absolutamente estudioso, piadoso y bueno, daba gusto verme. Estuve dos años en el Seminario Menor de Hellín, donde tuve que repetir segundo; cuarto había que hacerlo ya en el de Albacete, en el Seminario Mayor, y allí estuve un año y al terminar, me vine a Madrid y lo dejé.
P.: ¿Qué recuerdos tiene de su vida como seminarista?
R.: Allí aprendí a estudiar como he seguido estudiando toda mi vida: por aprender. Era el mejor sistema de estudio que yo he tenido nunca. En cuanto a sistema educativo, ya era para “pesos pesados”. Para el espíritu debía ser algo parecido a lo que se está votando ahora en el Parlamento inglés de si a los niños se les debe pegar o no para educarlos, que es una crueldad absolutamente innecesaria que no se debe practicar con nadie.
P.: En general, ¿cómo fue su vida en Albacete?
R.: Tengo muchísimos recuerdos de esa época. Aquello era estupendo y muy duro. Estábamos todo el día en la calle, lo cual nos permitía tener un conocimiento de la vida bastante cercano, bastante próximo. Cuando yo tenía siete u ocho años ya sabíamos todo lo fundamental sobre la vida y prácticamente nada sobre cualquier otra cosa. Era una sociedad muy educativa, se aprendían las cosas enseguida.
“El sitio donde has hecho todo por primera vez será el que te marque de por vida y para mí eso es Albacete”
P.: ¿Dónde jugaba con sus amigos?
R.: En la calle. Por la calle Albarderos pasaba un coche cada tres horas. Entonces jugábamos por allí en medio, al fútbol, a correr, a las cosas a las que se juega cuando eres crío; entonces los juegos consistían en jugar en las calles o en el parque de Los Caídos. En las noches de verano, cuando no había colegio, estábamos allí hasta “las tantas”. Luego estaban la fiesta del árbol – a donde sólo se iba el jueves Lardero a comer la mona – ; los jardinillos, en la feria; y el parque, el resto del año. También se jugaba en el Altozano. En verano íbamos a las balsas, a las huertas que había alrededor de Albacete, donde había norias. Por uno o dos reales te dejaban bañarte. El mejor circuito en bicicleta era alrededor del parque: subías por el paseo de Simón Abril y bajabas, dándole la vuelta a la fuente, por la avenida de España.
P.: ¿Viene muy a menudo a Albacete?
R.: Sí. Este año, por ejemplo, me invitó el alcalde a la feria, cosa que quiero agradecerle públicamente, pero me fue absolutamente imposible ir. Estuve esperando hasta el último día para ver si podía escaparme. Hay veces que me voy sólo a la feria, sin que me invite nadie. Voy a los redondeles y me compro una armónica, que es una cosa que hacía de pequeño; después me voy al parque, toco un poco y los que me ven tocar dicen: “¿qué hará ése ahí tocando la armónica?”, porque no tengo ni idea de tocarla. También tengo navajas; de vez en cuando compro, otras me las regalan…
P.: ¿Dejó a sus mejores amigos en Albacete o los ha encontrado en Madrid?
R.: Cada época de la vida vas haciendo amigos. Hay dos momentos que son fértiles en amistades, la infancia y la adolescencia. Los amigos que yo tengo ahora y los que más mantengo son los de la juventud, a los que conocí hace treinta años. De los de Albacete conservo algunos, aunque es más difícil que nos veamos, porque hemos hecho vidas muy distintas. Sin embargo, me acuerdo de todos ellos. Incluso recuerdo el nombre de buena parte de los del Seminario. Todavía nos vemos, de vez en cuando, y es como si nos hubiéramos estado viendo toda la vida. Yo no sé lo que habrán hecho ellos y me da lo mismo, pero me acuerdo de como ellos eran.
P.: ¿Cómo ve a sus paisanos?
R.: Albacete nació porque había una feria de ganado y alrededor de ella se fue constituyendo un núcleo urbano; aquí se han juntado una parte murciana, otra valenciana, otra manchega y otra andaluza y los caracteres se corresponden a los elementos geográficos que marcan el carácter. En Albacete lo que se suele dar es gente agresiva y “echada para alante”. La gente albaceteña tiene los defectos y las virtudes de la franqueza, es decir, de ir con la verdad por delante. El suyo es un carácter duro.
P.: ¿Cree que se está potenciando lo suficiente la provincia?
R.: La provincia de Albacete, paisajísticamente tiene zonas espléndidas. Alcalá del Júcar por una parte, Ayna por otra, la Sierra del Agua, Riópar, pueblos como Alcaraz o Chinchilla… ese tipo de lugares está muy bien, lo que pasa es que son muy desconocidos y además ahora ya no se hacen excursiones. La gente se mueve para ir a la playa, pero no hay un turismo mayoritario por los encantos naturales de los sitios.
P.: ¿A usted “le tira” mucho su tierra?
R.: Es lo que más, yo soy más de Albacete… pero eso yo creo que es normal. La época más permeable de la vida es la infancia, cuando las cosas te marcan realmente. El sitio donde has hecho todo por primera vez, donde te has estrenado comiendo, durmiendo, soñando, inventando, sufriendo y gozando será el que te marque de por vida y para mí eso es Albacete.
“Hacer espectáculo del dolor es la máxima bajeza que se puede cometer”
P.: ¿Cómo nació su vocación artística?
R.: Es complicado decir cómo entré en el mundo del cine; yo estudiaba Derecho y en tercero conocí a unas personas, sobre todo Jose María Carreño, que era un gran amigo mío y probablemente la persona que más ha influido en mi vida en cuanto a gustos estéticos y hasta en términos morales y empezó a gustarme el cine. En el Seminario le cogí afición a escribir y en algún momento decidí que lo que quería ser era artista; pero no actor, porque sabía que no estaba ni física ni técnicamente dotado para ello, sino expresarme en términos artísticos; entonces decidí que, a mitad del siglo XX, el arte más actual, contemporáneo y expresivo (es mentira, pero en aquel momento lo pensé) podía ser el cine y que me podía dedicar a él.
P.: ¿Cómo entró en el mundo del cine?
R.: Pues lo intenté, y lo conseguí muchos años después, pero por suerte, es decir, lo que hice es trabajar en televisión veintitantos años y después me ofrecieron dirigir una película: a partir de ahí, todas las demás me las han ofrecido. Siempre he hecho películas “por encargo”.
P.: ¿En qué medida ha influído su familia en su profesión?
R.: Mi madre murió cuando yo tenía catorce años y mi padre no tuvo nada que ver en mis pretensiones artísticas, pues hasta hace poco ha sido jugador de pócker profesional, que es lo que siempre ha hecho; eso lo que sí hace es marcar un tipo de vida: te da una mayor libertad, te hace más responsable, porque tienes que tomar las riendas de tu propio destino. Probablemente por eso, mi hermano sea pintor, mi hermana ayudante de dirección y yo director de cine: hemos salido los tres artistas.
P.: ¿Qué recuerdos tiene de su primera época en televisión?
R.: Yo empecé como redactor-colaborador en los servicios informativos de Televisión Española, en el programa Panorama de actualidad, cuyo Redactor Jefe era Pedro Erquicia. Sin embargo, la impresión de la televisión de aquella época, en general, es de humillación absoluta, intelectual y moral, de mentira y escaso talento. Era una información totalmente sesgada, interesada.
P.: ¿Qué opina de la situación actual de la televisión en España?
R.: Es parecida a la de antes: lamentable. Lo único es que ahora se puede responder, pero en cuanto a exigencia técnica, muchas de las cosas que se emiten ahora en las televisiones no reúnen los mínimos requisitos de calidad técnica; y algunas de ellas son de la máxima audiencia. La televisión ha evolucionado a peor. En la época en que sólo existía Televisión Española, el abanico de programación era muy amplio, existían muchas clases de programas. Ahora mismo, la oferta es mucho más estrecha.
“Mis películas no pretenden ser realistas”
P.: ¿Por qué refleja el mundo de La Mancha en sus películas?
R.: Después de hacer El bosque animado, una productora a la que siempre estaré eternamente agradecido me ofreció la posibilidad de hacer “lo que me diese la gana”. Y dije: “si voy a hacer lo que realmente quiero hacer, además lo quiero hacer en mi tierra, para que sea lo más sincero y radical posible”. Por eso preferí hacerlo en Albacete. Total, por ejemplo, refleja Munera. No pretenden ser películas realistas o, por lo menos, si lo son llevan el realismo a sus últimas consecuencias, lo cual siempre roza el disparate y la sinrazón.
P.: ¿Qué impresión tiene de su experiencia de rodaje en la provincia de Albacete?
R.: Amanece que no es poco la hice en Albacete: en Liétor, Molinicos y, fundamentalmente, en Ayna. Lo pasamos muy bien; todo el equipo se acuerda con mucho cariño de Albacete y de esa zona, donde nos trataron muy bien. Quiero agradecer especialmente al cura de Liétor, Paco, que es una persona excelente y nos dejó rodar en la ermita. Yo le ofrecí leer el guión por si la autoridad eclesiástica no veía con buenos ojos rodar esa película allí, pero él me dijo: “mi obligación de cristiano es dejártela y lo que hagas ahí dentro caerá sobre tu conciencia; tú haz lo que quieras y yo nunca te voy a pedir cuentas de lo que hayas hecho”. Se lo agradeceré toda mi vida, es una persona excelente.
P.:¿Qué relación ha tenido con los actores y los miembros de los equipos con los que ha trabajado?
R.: En general buenísima. Con los actores y los técnicos procuro tener unas relaciones familiares, absolutamente amistosas y entrañables. Repito mucho con los mismos actores: siempre que puedo, trabajo con ellos porque me ha ido muy bien. Los actores son los animales más frágiles de la creación; el ejercicio de la profesión implica que alguien, segundo a segundo, esté delante de tí diciendo si lo que estás haciendo está bien o no. Es desesperante, para volverse loco y los actores no terminan locos del todo… fíjate el mérito que tienen.
P.: En la adaptación de El bosque animado a cine se hizo desaparecer el recurso de que plantas y animales hablasen. ¿Pudo esto ir en detrimento de la novela original?
R.: La película El bosque animado no es la novela El bosque animado, ninguna adaptación es la novela. Yo creo que “una palabra vale por mil imágenes” y no al revés; siempre es mucho más elocuente la palabra que la imagen porque ésta, además, es reductiva y cualquier adaptación es reductiva de la novela.
P.: Después de conseguir seis premios Goya por El bosque animado, ¿qué meta se marcó?
R.: Yo siempre he dicho, y es una imagen muy albaceteña, que no tengo sensación de haber hecho carrera, es decir, como no me he puesto a la salida, no estoy corriendo y no pretendo llegar antes que nadie ni considero que haya llegado después que otros. Yo siempre he tenido la sensación y la intención de que tenía que hacer bien las cosas, hacer de la mejor manera que fuese capaz de hacerlo aquello que tuviera entre manos; no me he planteado otras cosas. Unas veces han salido mejor y otras peor.
“Los actores son los animales más frágiles de la creación”
P.: Usted es el productor de Tesis, película dirigida por Alejandro Amenábar, estudiante de Imagen y Sonido, que la grabó entre cuarto y quinto curso de carrera. ¿Cómo decidió apoyar un proyecto tan arriesgado?
R.: Yo ya le conocía desde que él tenía diecinueve años y había visto dos cortos suyos que me habían gustado muchísimo. Cuando ví el proyecto, le dije que lo llevase a una productora pero, como no se lo producía, le pedí que me lo dejase seis meses a ver si yo podía; empecé a moverlo y lo conseguí. Pensé que si yo hubiera estado en su caso me habría gustado que alguien me hiciese lo mismo. Ahora estoy trabajando en la segunda película de Amenábar, que es de una intriga mucho más psicológica: se trata de una película de “ciencia-ficción psicológica”.
P.: La película trata el tema del “Snuff” (películas en la que los actores son realmente asesinados ante la cámara). ¿Qué opinión le merece esto?
R.: Hacer espectáculo del dolor me parece que es la máxima bajeza que se puede cometer, no sólo en el “Snuff”, sino que a mí me parece que los “reality-shows” son, ya, “Snuff”; eso sí que es pornografía, de una suciedad absoluta. El “Snuff”, además, te quita la vida, aunque lo otro te mata el alma. Los espectadores que se emocionan con los “reality-shows”, encima sienten la gratificación de creerse buenas personas. No se puede hacer espectáculo de la emoción humana incontrolable. A mí me parece muy bien que la televisión ayude a la gente, pero no para rodarlo. Si lo rueda, no sólo ya no tiene ningún mérito, sino que están cometiendo una bajeza incalculable.
P.: ¿Cree que el “Snuff” puede llegar a España?
R.: Tal y como están las cosas, a España puede llegar todo. Además, se está preparando el terreno muy concienzudamente para que aquí traguemos con todo. Las emisiones de televisión son paradigmáticas en ese sentido, es decir, nos están preparando para que uno aguante todo. Estamos viviendo un momento, a nivel mundial, moralmente terrible donde, además, las chicas sois carne de cañón. El mundo en que nos ha tocado vivir es espantoso.
P.: ¿Ve recompensado su esfuerzo en los premios obtenidos?
R.: Yo sólo veo recompensado mi trabajo cuando yo mismo lo veo y lo juzgo adecuado. Cuando creo que ha quedado bien, pienso que he cumplido con mi obligación, porque me han pagado para que lo hiciese así y cuando veo que está mal, digo: “no lo he sabido hacer”. Soy muy crítico con mis cosas. En la Escuela de Cine, donde doy clases, siempre que hablo de una de mis películas es para decir lo que está mal, porque creo que hay que tener la suficiente frialdad y criterio para saber lo que uno hace mal, ya que eso es lo único que te legitima para poder afirmar que también hay cosas que has hecho bien.
P.: ¿Se considera un rebelde de su época?
R.: No, lo que no me considero es tonto. Creo que poca gente ha conseguido hacerme comulgar con ruedas de molino. He sido rebelde con respecto a las grandes mentiras y lo sigo siendo. Por ejemplo, ya sé que el comunismo ha fracasado, porque estuvo y está en manos de un aparato de sinvergüenzas, gente de poquísima calidad humana; pero lo que aún estoy esperando es que alguien me explique dónde está el triunfo del capitalismo, que hace que unos pocos vivan cada vez mejor para que otros muchos vivan cada vez peor. Eso yo creo que más que rebeldía es lógica y, la lógica, en el momento que estamos viviendo, es rebelde.