¿Por qué se ‘medicaliza’ a la mujer o al niño solo por serlo?. “El acceso de la mujer al mundo laboral ha mercantilizado mucho su vida en lugar de humanizar el ámbito laboral”, me explica María, estudiante de Medicina en Madrid, que es una de mis compañeras en el curso de Medicalización de la vida cotidiana al que asisto en la Escola de Salut Pública de Llazaret de Maó, en Menorca. Soy una periodista entre una veintena de médicos y profesionales sanitarios.
En noviembre de 2010, el artículo “Mujeres y psiquiatría, de la histeria a la depresión” publicado en el número 135 del periódico Diagonal (hoy El Salto diario), me sirvió de inspiración para escribir en mi blog una entrada bajo el título “Empastilladas… en una sociedad que nos anestesia”. De aquel post surgió Empastillad@s, un artículo con el que obtuve una de las becas para el curso de verano, que fue impartido por Enrique Gavilán, médico de familia, y la farmacéutica Olga Ortiz.
El uso de la medicina como forma de control social no es de otra época. Quitar el poder a un médico para dárselo a una enfermera o una matrona es un ejemplo: siguen siendo técnicos, aunque consigan mejores resultados en embarazos y partos. “Perpetuar una posición de poder es el fin del capitalismo”, recuerda María, y un ejemplo de ello es la idea del seguro de salud femenino, que se convierte en un negocio para algunos profesionales de la salud.
Considerar a la mujer embarazada como una enferma es un ejemplo claro de medicalización de la vida cotidiana, mediante el cual se intenta explicar de manera científica un proceso natural de la vida. Durante el curso hablamos también de la medicalización del síndrome premenstrual, una situación fisiológica que no es un problema médico en el que la medicina tenga que actuar. María recuerda que las mujeres tenemos un ciclo, mientras una médico residente del mismo nombre cita el documental “La luna en ti”. Es una incipiente conversación sobre la menstruación en unos tiempos en los que algunas empezábamos a hablar sobre ello. Y en ello seguimos años después.
Lo mismo el problema es de una sociedad que no respeta los ritmos de la persona.