Todos los seres humanos saludables tienen conflictos. De hecho, aunque la persona haya superado los problemas del «llegar a ser» le quedan los del ser. «No estar perturbado cuando se debería estar puede ser un signo de enfermedad. Algunas veces la gente autosatisfecha debe ser sacudida en su propio interior». Extraigo estas palabras de El hombre autorrealizado de Abraham Maslow, la obra que me inspiró la entrada anterior bajo el título El ser autorrealizado.
La diferencia es que «las personas sanas están más integradas. En ellas lo conativo, lo cognoscitivo, lo afectivo y aquello que mueve están menos separados unos de otros y son más sinérgicos». Y es que «adaptación no es, de manera definitiva, necesariamente sinónimo de salud psíquica». En realidad, «la adaptación del hombre corriente, con sentido común, equilibrado, implica un rechazo continuado y conseguido de muchas de las interioridades de la naturaleza humana. La adaptación al mundo real supone una división de la persona«. Eso que conocemos como «disociación», que «supone que la persona vuelve la espalda a muchas cosas de su interior porque son peligrosas. Pero sabemos en la actualidad que, al hacerlo así, pierde también muchas cosas. Al protegerse a sí mismo contra el infierno de su interior, se separa también del cielo que hay allí». Gran parte de nuestra naturaleza interior profunda es inconsciente. «Estos procesos primarios forman parte de la naturaleza normal o saludable de la persona».
Por ello «debemos aprender a pensar de manera holística» porque «estos procesos primarios, que son esencialmente cognitivos, han sido observados en personas sanas«. Y es que «las capacidades superiores del hombre no se basan en una renuncia a los instintos sino más bien en su satisfacción. Nuestras cualidades deiformes se basan sobre las animales y necesitan de ellas. Nuestra edad adulta no debería ser una renuncia a la infancia sino una edificación sobre ella», escribe el estadounidense. «Tales profundidades son también la fuente de la creatividad, del arte y del amor, del humor y del juego e incluso de ciertos tipos de verdad y de conocimiento», por ello podemos hablar de un inconsciente y de regresiones saludables. El método jerárquico-integrativo implica que lo superior «se basa, descansa, sobre lo inferior, incluyéndolo». El amor, por ejemplo, «es una regresión: quien no puede retroceder no puede amar«, dice el estadounidense.
Maslow alerta sobre «las dificultades y peligros entrañados por estos viejos sistemas racionalistas en los que las capacidades se consideran como ordenadas jerárquicamente, con la racionalidad en la cumbre y no en una integración global». El psicólogo norteamericano recuerda que «la represión activa consume y gasta energía«. Por eso creo que son tan necesarios, y más hoy en día, los métodos de introspección, especialmente los que trabajan a través del cuerpo y por lo tanto, nos permiten alcanzar esas profundidades del instinto, lo inconsciente, nuestro mundo emocional y en definitiva, lo que no llegamos a comprender de manera racional. «Reservar un espacio teórico para la meditación, contemplación y todas las otras formas de adentramiento en el yo, de abandono del mundo exterior para escuchar las voces interiores» es la propuesta de Maslow y en ella incluye «todos los procesos de todas las terapéuticas de introspección«. Como este psicólogo sostiene, «el autoconocimiento parece ser el instrumento más importante para conseguir un auto-mejoramiento«. Los objetivos del psicoanálisis como terapia son básicamente integrativos. Como deberían ser también los de cualquier sistema de crecimiento personal en manos de personas sanas, éticas y responsables.