Según publica Magonia, en 2005 la Organización Médica Colegial (OMC)
quiso «poner orden» en las llamadas medicinas alternativas y, con ese
objetivo, fue creado un comité dirigido por Cosme Naveda, presidente del Colegio de Médicos de Vizcaya. En la misma publicación se asegura que «nuestra primera obligación como periodistas es ofrecer
información
fiable a nuestros lectores y, por ello, no podemos dar crédito a
terapias “no avaladas científicamente”.
José María Riol Cimas, Director de Ciencia
y pseudociencias 2003, 2007, 2010 y 2011, anuncia que «en la Universidad de La Laguna (Tenerife) ya vamos por la undécima
edición del curso interdisciplinar de extensión universitaria Ciencia y pseudociencias, un curso de 60 horas (6
créditos) del Vicerrectorado de Relaciones Universidad y Sociedad dedicado, desde el año 2001, a la divulgación
científica, el análisis objetivo de las pseudociencias y la difusión del
pensamiento crítico» que pretende «aportar al alumnado, mediante el conocimiento científico, las
herramientas intelectuales imprescindibles para construir (o reforzar)
un mínimo blindaje intelectual, necesario ante la avalancha de
pseudociencias y creencias irracionales que azota a nuestra sociedad» y «contribuir al desarrollo de la divulgación científica, el análisis objetivo de las pseudociencias y la difusión del pensamiento crítico». De todo ello se habla en el libro «Las pseudociencias ¡vaya timo!» de Mario Bunge y el debate ha saltado a las redes sociales.
En el grupo Periodismo científico y divulgativo de LinkedIn, se recuerdan, entre otras cosas, el experimento realizado para demostrar que el agua no tiene memoria tras el error de Nature al respecto. E incluso se ha abierto un debate con respecto a si la divulgación de Eduard Punset es ciencia o pseudociencia, en el que se le reconoce haber acercado la ciencia a la población y entrevistar a personajes interesantes a quien, de otro modo, nadie da voz, aunque también a grandes «charlatanes». Y se denuncian graves deslices de este abogado y economista como el de «los patos Mallard«. El blog «El retorno de los charlatanes» denuncia los problemas de divulgación de Punset, al que critica
que «promueve la creencia de que la acupuntura tiene propiedades
curativas,
pero no lo prueba, afirma que el chi existe, pero no lo prueba», y que
«se le considere una autoridad en ciencia (sin que él haga nada por
moderarlo o matizarlo)». Un Punset que, por cierto, en una entrevista publicada en marzo 2007 por la revista Periodistas editada por la Federación de Asociaciones de la Prensa (FAPE), defendía que la ciencia es «la gran esperanza de futuro frente al dogmatismo».
Interesante también el debate «¿Científicos y periodistas comparten los mismos intereses?» organizado por el Instituto RTVE, Fundación Esteve e Indagando TV, en el que han participado Manuel Seara, director de A hombros de gigantes de RNE; Paul King, Productor de la cadena británica BBC; Manuel Toharia, Director científico del Complejo Ciudad de las Artes y de las Ciencias de Valencia y Lorenzo Pinna, Responsable de formatos científicos de la cadena de Televisión Italiana RAI. En él se han planteado cuestiones como si las revistas científicas podrían estar utilizando criterios periodísticos más que científicos a la hora de elegir los artículos que quieren publicar -«corremos el riesgo de que para asignar fondos a la ciencia se utilicen criterios periodísticos sensacionalistas»- y se han escuchado cosas como que «el niño es científico en potencia, le frustramos en el colegio. Damos respuesta a preguntas que no tienen» o «los científicos que discrepamos, que decimos cosas diferentes a las que se quieren oir, no salimos en los medios de comunicación». Además se denuncia que «la investigación privada también es fundamental y en España es todavía mínima». Jared Diamond no está de acuerdo con que sean periodistas y no científicos quienes hablen de ciencia, tal y como explica en este artículo.
¿Es pseudocientífico todo lo que carece de explicaciones científicas? El conflicto surge para mi gusto cuando hablamos de disciplinas cuya falta de validez
científica no las invalida como herramienta
últil para para la vida. En mi opinión, la confusión parte de hacer
equivalente esa falta de evidencia científica con la falta de rigor y
suponer que todo aquello que no se puede medir por la ciencia tampoco es
válido para el ser humano, catalogando en términos de utilidad
disciplinas que, si bien no son científicas, bien utilizadas y en buenas
malas pueden -aunque no siempre sea así- ser efectivas y aumentar
nuestra calidad de vida. Estoy pensando en las humanidades, la religión -poco fiable para científicos como Sydney Brenner– o parte de la psicoterapia. La cuestión es, ¿es compatible la ciencia con la trascendencia?
Estoy
convencida de que la investigación científica es la base, entre otros
factores, del progreso de un país. Me entristece contemplar la fuga de
cerebros cuando contamos con mentes privilegiadas y excelentes equipos
de investigación, necesarios para el avance de cualquier nación.
Denuncio la privatización de la universidad y el negocio de la
educación. Pero con esta excusa, en estos días me encuentro con que se denuncian cursos como
el Experto en Desarrollo Personal, Educación Consciente y Mindfulness (Conciencia Plena) o un taller teórico-práctico sobre el enfado
de la Unidad de Atención Psicológica de la Universidad de Almería y que se da por hecho que lo que no se investiga no es válido.
Cualquier persona que haya hecho trabajo personal conoce la enorme utilidad para su vida diaria de aprender a manejar su enfado, su agresividad, su rabia, el conflicto o elaborar un duelo. En manos de buenos profesionales, este tipo de cursos pueden ser una excelente herramienta para la vida. Especialmente los más racionales podemos beneficiarnos de este tipo de técnicas ya que es habitual que personas con un excelente juicio crítico y gran capacidad intelectual no sepamos lo que sentimos ni tengamos la más mínima conciencia corporal. Es el caso de quien escribe estas líneas y, sospecho, de la mayoría de escépticos que defienden exclusivamente el uso de la razón. ¡Somos seres completos!
clínica los beneficios del contacto físico para la salud no esperaron a
que la ciencia demostrara los efectos fisiológicos que produce un
abrazo. ¿Necesitamos que todo esté comprobado científicamente? Como seres racionales que somos, mi respuesta es SÍ. ¿Necesitamos esperar a que la ciencia nos demuestre los beneficios del abrazo en lugar de abrazarnos y ver qué pasa? ¿Y cómo explicamos lo que sentimos ante una puesta del sol, un atardecer en el mar o un amanecer en la montaña? ¿Hace falta que alguien nos diga qué pasa en el organismo ante semejantes panoramas? Como seres corporales, emocionales, espirituales mi respuesta es NO.
Una vez más, apelo a la integración. Como profesionales tenemos la obligación de consultar a expertos, de investigar y de aceptar los avances científicos aunque en ocasiones puedan desmontar alguna de nuestras creencias más arraigadas. Como seres humanos, es inteligente abrir la mente, responsable estar bien informado y sabio aprender a desmontar mitos. Pero también atreverse a probar, experimentar y practicar aunque en ocasiones, se puedan refutar nuestras ideas más fijas. A esto lo llamo «aprender a descolocarse» que, en definitiva, consiste en APRENDER A VIVIR. De este modo, puede que consigamos que nuestros niños y niñas sí quieran convertirse en científicos. Porque, como publica Antonio Martínez Ron, «el arte, el sueño y la risa no están reñidos con la Ciencia».
Un articulo muy interesante. Gracias por la ilustración. Reciba un cordial saludo.
Gracias a ti Vega