Miriam Al Adib llevo años hablando de la necesidad de una medicina que no estudie el modelo de ser humano como masculino y de él saque conclusiones de forma universal. Ella es una de las primeras ginecólogas en alzar la voz para denunciar la psiquiatrización de las mujeres, que consideran que lo que nos pasa es “psicológico” en lugar de buscar la causa de lo que nos ocurre. Autora de Hablemos de vaginas, Hablemos de nosotras o Entender la endometriosis, la extremeña acaba de publicar un poemario.
María Miret García
@periodistia
Hablamos con la conocida ginecóloga Miriam Al Adib sobre cómo la medicina debería cambiar para dejar de catalogar el dolor de las mujeres como psicológico -en la mayoría de casos- y buscar las causas físicas, así como soluciones que mejoren su calidad de vida.
Miriam, ¿cómo es posible que no se incluyera a las mujeres en los ensayos clínicos de las vacunas contra la COVID?
La menstruación es algo muy básico, pero no se recogen datos, igual que pasa con todo lo relacionado con la salud femenina. En cualquier ficha técnica se ponen datos generales, pero no se discrimina por sexos. No tiene nada que ver la salud masculina con la femenina y ahora la gente se está empezando a dar cuenta gracias a lo que ha pasado con las vacunas, porque no se nos estudia igual. Llevo años hablando de la necesidad de una medicina que no saque conclusiones de forma universal basándose sólo en el estudio del modelo masculino. Qué menos que recoger datos diferenciados por sexos.
Ese “fallo” en el diseño de las vacunas está relacionado con el sesgo de género en la medicina del que habláis profesionales como Carme Valls o tú
Lo que ha pasado con las vacunas ha puesto en evidencia lo que ya llevamos tiempo hablando de los sesgos de género en la medicina: hay aspectos de calidad de vida en las mujeres que no se están atendiendo. Cuántas mujeres tienen problemas de salud y no se les hace caso porque son cuestiones de calidad de vida; no un tumor o una infección que puedas tratar con un antibiótico, sino lo que tiene que ver con el dolor, el cansancio, los síntomas depresivos… todo aquello que no se puede medir porque entra en la parte subjetiva. Todo lo metemos en el saco de lo psicológico.
“Muchas patologías de las mujeres se meten en terreno psicológico y no se tratan”
¿A qué achacas tú ese sesgo de género en la medicina?
Primero hay que distinguir entre signos y síntomas. En la historia clínica se recogen ambos y de ahí o bien se hace el diagnóstico, o bien necesitas pruebas complementarias porque te faltan datos para completar el estudio y llegar al diagnóstico. Es decir, para hacer un diagnóstico el primer paso es escuchar a cada paciente; tienes que hacer una recogida de todos los datos y después pides las pruebas complementarias que necesitas. La diferencia es que los signos son objetivos; se pueden medir, como tener la piel roja o unas lesiones en la garganta, que se ven. Los síntomas son subjetivos: todo lo que sientes entra dentro (cansancio, dolor, ánimo depresivo…). Si no damos importancia ni tenemos en cuenta los síntomas que las mujeres refieren en la consulta, nos falta un montón de información para hacer un diagnóstico; no podemos siquiera tener una sospecha diagnóstica que nos permita hacer las pruebas complementarias necesarias para llegar al diagnóstico. De ahí la psiquiatrización de las mujeres: muchos padecimientos se consideran de entrada “psicológicos” antes de buscar otra causa de lo que les ocurre.
Ese sesgo de género lleva a considerar psicológicos muchos de los problemas de salud de las mujeres. ¿Cómo lo explicas tú?
Al dolor de las mujeres en las relaciones sexuales casi no se le hace caso, excepto las fisioterapeutas de suelo pélvico; hay vaginitis inflamatoria descamativa u otras vulvovaginitis que no se tratan y se cronifican… Cuántas veces me he encontrado con mujeres a las que les han dicho que eso era psicológico. A lo mejor tenía una vaginitis inflamatoria que le daba dolor en las relaciones sexuales. Muchas se retiran de la vida sexual porque se conforman. Lo que no te mata, pero te da una calidad de vida muy mala, es lo que está en segundo plano: la vulvovaginitis, la fibromialgia, el síndrome premenstrual, la dismenorrea… nadie se muere de eso, pero sí que te puede hacer la vida imposible. Muchas patologías orgánicas de las mujeres se meten en terreno psicológico y no se tratan adecuadamente, porque no hacemos caso a los síntomas que cuentan las mujeres.
“Hay aspectos de calidad de vida en las mujeres que no se están atendiendo”
El problema son los daños colaterales que provoca esa “psicologización” de los problemas de salud femenina
Cuando no tratas una patología y la dejas se va complicando. Si no se trata una vulvovaginitis y se cronifica, con el tiempo se produce un vaginismo secundario, un aumento de sensibilización de los receptores… y entonces ya no solo tienes que tratar la vulvovaginitis inicial, sino que además tienes que añadir fisioterapia para tratar el vaginismo y la sensibilización secundaria que se ha producido. Cuántas mujeres con endometriosis se tiran ocho años antes de ser diagnosticadas porque sus síntomas no son escuchados. ¿Cómo podemos dar eso por normal? Esas mujeres que acaban en urgencias por dolor cada dos por tres… Tenemos que intentar mejorar su calidad de vida como sea cuanto antes, pero no podemos decir que eso sea normal. La normalización del dolor y de la mala calidad de vida de las mujeres es tremenda y esto tiene consecuencias a medida que pasa el tiempo, pues van empeorando.
La endometriosis es el ejemplo más claro de lo que estamos hablando
La endometriosis es paradigmática porque demuestra la barbarie de la medicina en cuanto a sobre- e infra-diagnósticos, porque se dan los dos extremos y aquí se entiende todo. La infra-tratamos cuando no vemos nada en la ecografía. Los síntomas de dolor nos dan igual y la mujer se va sin diagnóstico y sin tratamiento. En el otro extremo tenemos a la mujer asintomática que en la ecografía vemos que tiene un pequeño endometrioma en el ovario, que es un quiste y que sin embargo. Sin embargo a ella la medicamos y planteamos tratamientos médicos excesivos; hasta hace nada, incluso, se hacían cirugías por endometriomas asintomáticos, cosa que por suerte ya ha cambiado. Olvidamos que en la endometriosis el objetivo es la calidad de vida de las mujeres, tanto a nivel del dolor como reproductivo, y si la calidad de vida es buena, estamos consiguiendo el objetivo. Si no, no. Pero le damos más importancia a la imagen de la ecografía que a cómo está la mujer. Lo que ella diga vale menos que las pruebas complementarias que le pedimos. Tratamos cuando lo dice la máquina y sobre-medicamos, mientras que infra-tratamos cuando ella se muere del dolor. No existe tratamiento para curar la endometriosis, pero sí para mejorar la calidad de vida. ¿Para qué vas a operar un endometrioma de una mujer asintomática cuando la cirugía aumenta la inflamación y entonces es cuando todo puede empeorar?. ¿Y cómo podemos pasar por alto que una mujer esté muerta de dolor solo porque no se ve nada en la ecografía?
“El objetivo debería ser la calidad de vida de las mujeres”
¿Cuáles son las principales alteraciones que has visto entre las mujeres que acuden a tu consulta tras vacunarse de COVID o después de haber pasado el coronavirus?
Lo que veo en consulta son alteraciones en el ciclo hormonal, tanto en el patrón de sangrado como de síndrome premenstrual. Desde el principio veía alteraciones en el patrón de sangrado que ya estamos viendo en los estudios. A nivel clínico también estoy viendo mujeres con endometriosis que han empeorado con la vacuna, pero de eso no hay evidencia científica por ahora, habrá que esperar a ver lo que dicen los estudios en caso de que se hagan.
Hablemos de vaginas, Hablemos de nosotras o Entender la endometriosis son algunos de tus libros y ahora te has atrevido incluso a escribir poesía
El poemario es todo lo que voy viviendo como mujer y como ginecóloga en la consulta, llevado al lenguaje poético. Este es mi libro más especial. No hay que entender nada, sino sentir. El lenguaje poético me permite llegar a cosas que pertenecen a otro terreno; no al lógico racional, sino al de mirarnos en la otredad, y ahí quise llevar todos los procesos reproductivos y sexuales de las mujeres, incluyendo experiencias poco visibilizadas, como el duelo gestacional, el dolor transgeneracional, el de las mujeres, la violencia de género… Por mi propia profesión, siempre trabajando con las mujeres, y por ser mujer, he vivido experiencias que el lenguaje no me alcanza a expresar, de ahí que siempre me ha acompañado el refugio de la poesía. El lenguaje poético te permite viajar por otras vías de comunicación, el lenguaje del corazón. El poemario va dividido en cuatro fases que corresponden al ciclo hormonal y este año va a salir otro libro de divulgación a partir de la adolescencia. No sé de dónde saco el tiempo, porque tengo la sensación diaria de que no hago nada, pero luego veo que sí lo aprovecho bien.